Espiritualidad vicenciana
Llamadas por Dios, contemplamos a Jesucristo, manantial y modelo de toda caridad, para ser testigos de su amor entre los pobres.
En nuestra vida de fe damos un amplio lugar a la oración, al silencio, a la escucha de la Palabra de Dios y su mensaje, a la enseñanza de la iglesia y a la herencia vicenciana.
En una mirada de Fe ven a Cristo
en los pobres
y a los pobres en Cristo
y le sirven en sus miembros dolientes
«con dulzura, compasión, cordialidad, respeto y devoción». (C.10b)
Los pobres están siempre presentes en nuestra oración; oramos por ellos y en su nombre. Cristo es para nosotras la fuente de donde brota nuestro amor, el fuego que estimula nuestra acción y nos apremia a ir hacia los más pobres, la fuerza que dinamiza nuestros proyectos, el tesoro que da sentido a nuestra vida.
Optamos por un estilo de vida sencillo, en comunidad, en un clima de escucha y diálogo, compartiendo lo que tenemos y lo que somos.
Somos felices de poder entregarnos totalmente a Dios sirviendo a nuestros hermanos y hermanas, ayudándolos a su autopromoción y a descubrir la presencia de Dios en sus vidas.
San Vicente y santa Luisa nos inculcaron el amor y la imitación a la Virgen María, viendo en ella la inmaculada abierta al espíritu, la sierva humilde y fiel, la Madre de Dios, la Madre de la misericordia y la esperanza de los pequeños.